Suspiraron al unísono y desprendieron la última esperanza de volver a echar un vistazo rápido hacia atrás.

Miles de luciérnagas velaron indómitas, miles de deseos sobrevolaron el cielo de noche. Una llama nacía encabezonada de que no se extingiría, una lágrima moría en un día gris.
Ahora, saben quién son, saben sus nombres, saben que sus miradas se pueden volver a encontrar. Ya no quieren que sea una coincidencia, dan todo para que no vuelva a oscurecer.
Sonrisas gilipollas, de esas que molan.
Yu. Tejido deseado #1.2