Volutas pasajeras


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lunes, 31 de mayo de 2010

Zombies


La escondía entre sus brazos. Apenas le llegaba a la cintura, con esas mejillas apolilladas de ceniza industrial y una alborotada cabellera eléctrica. Una criatura de unos cinco años se parapetaba tras el cuerpo de su madre, que con dificultad podía ya respirar.
La madre lo sabía desde hacía tiempo. No había salida. No tenían ninguna oportunidad de salir ilesas de allí, de ninguna forma posible. Lo había pensado tanto tiempo que ya le parecía escuchar el estribillo de la muerte en su cabeza. Pero temía ver a su hija muerta. Debía protegerla a toda costa, pasara lo que tuviera que pasar. Más allá de las pérfidas llamas, de las sacudidas en los pies y de esas mortíferas máquinas de matar. Su niña no iba a morir en manos de nadie que no fuese ella, su madre, su lamentable protectora terminal. Ya sólo quedaba posponer el aborto bélico un poco más.

¿Por qué a mí? Esa era la pregunta que resonaba como un eco lejano en la mente de Isaac. Despojado de su ropa y con las lágrimas ensangrentadas no podía más que permanecer quieto y ver como un gato se orinaba en lo que habían sido sus pantalones favoritos; ahora hilos desilachados y pedazos de tela raída.
La cabeza le caía hacia un lado y sus ojos batallaban para no mantenerse cerrados. La paliza había sido digna de un reality show. Un par de "hombretones" que se definian a sí mismos como El Justo y El Imparcial y un tercero que hacía de árbitro mal pagado y otras veces de jugador desperdiciado. Seguro que para ellos sí que había merecido la pena. Al menos les había aportado algo de diversión, cosa que no conseguía con nadie, ni siquiera consigo mismo. Y todo por haberle dicho a Sebastián que su sonrisa era encantadora.

Que lujo. Todo el salón abovedado y atestado de muebles por aquí y personas por allá. Era el rey de una casa encantada, con su reina, su castillo, un par de principitos y la caballería más galante. Ese día no habían invitado ni a una cuarta parte de su colección de amigos. Sí, colección, como esos cromos que los vas guardando en un álbum y vas enumerándolos uno a uno para ver cual te falta. A Aitor no le hacían falta más cromos, pues él mismo se podía considerar el ingeniero de ellos. Él podía crear y destruir lo que le viniera en gana, para eso le habían pagado unos estudios, le habían dirigido la vida y le habían obligado a encaminarse hacia la felicidad ostentada. Era un pequeño Dios que odiaba a su familia, detestaba su trabajo y se recluía en su libre soledad.

Todos ellos forman parte del reparto de Zombies, donde el cual todos nos vemos sumados a la mayoría con la cabeza carcomida. Son una milésima parte de personas atómicas. De esas que en vez de cabeza no tienen más que alguna bomba lista para detonar o de las que son devoradas por el fuego que éstas provocan.


Yu. Tejido zombie #1.0

sábado, 22 de mayo de 2010

Milagro número 5

Todo está cubierto por un manto de frío y un azmicle de muerte y soledad.
La tierra que conocía ya hace días que se fugó. No fue una guerra ni ningún meteorito la que la destruyó. Fuimos nosotros mismos, tontos de nosotros, que no prestamos caso a las señales.

Me llamo Mada. Nací en un lugar que ya no existe. Ahora viajo en el Milagro número 5. Es un hogar relativamente grande comparado con el 3 y el 7. Tengo una cama asignada a mi nombre de pasajero. Justo al lado duerme una señora mayor, que ya casi la considero mi abuela, y un robusto soldado que parece sacado de alguna película de las que veía en eso que se llamaba cine. El Milagro es un gran barco, un señor barco que nos proteje de los vientos huracanados, de las embestidas de piedras y nieve y de las olas enfurecidas; los volcanes ya son otro cantar. Tiene un montón de cámaras modernas donde cabemos un centenar de personas. También tiene un comedor gigantesco, que es donde pasamos la mayor parte del tiempo, y unas cuantas salas de máquinas, pilotos y esas chuminadas. Yo me paso todo el día en las escaleras, pues hay ventanas que dan al mar. Aunque todo sea agua y tinieblas, al menos me da la sensación de que aún estoy vivo.

Llegué a la embarcación con mi padre. Antes de todo, los terremotos producieron muchos daños y nos flanquearon el paso durante dos días seguidos. Azotada por un seísmo, la tierra se jugó la vida de mi madre. Recuerdo haber estado llorando mucho rato mientras mi padre corría entre las bolas de fuego. Mi padre me recordó que la vida sigue si aún puedes respirar, aunque él no tomó ejemplo de sus palabras y la catástrofe también se lo tragó poco después de que me subiera al Milagro número 5.

Hoy nos han comunicado por megáfono que pronto todos estos desastres terminarán. Pero yo me siento inmerso en un pasaje oscuro desde que todo esto comenzó.

Espero que ultime pronto. Espero que el milagro esté por llegar.



Yu. Tejido después de que se esconda el sol #1.0

miércoles, 19 de mayo de 2010

Orientación bastarda

Me siento invadido, como si no fuese yo. Mi mente bailotea como si estuviese jugando con la realidad. Cuantas ganas tiene de jugar.

Está harta de las complicidades y de los eufemismos. Está que se sube por las paredes. Está que revienta cualquier cosa, y sí se hace daño a ella misma mejor que mejor.

Es como una luz intermitente. Cuando quiere se enciende y me golpea tan fuerte que el mundo se zarandea bajo mis pies. Me deja descolocado y pierdo el norte. Y mi sentido de la orientación no es que sea excepcional (no es más que una orientación bastarda).

Hay veces que me traslada a un segundo plano y ella controla la situación. La maneja a su antojo y hace lo que le da la gana. Y ahí comienza a tergiversar las cosas, las pocas cosas que tengo colocadas para que mi mundo no vuelva a resquebrajarse.


Y ella sigue con su estúpida manía de arrollarme.
Y yo sigo sintiéndome más allí que aquí.
Y me sigo extraviando.
Y seguimos jugando.



Yu. Tejido desquiciado #1.2

lunes, 17 de mayo de 2010

¿Me cambias el corazón?

Un hombre de hojalata que pide un corazón.
Una persona con vida que lo regala a patadas.

Que injusto es el mundo.

Yu. Tejido de la conformidad #1.3

domingo, 16 de mayo de 2010

-1

¿Es posible sentirse muerto en vida?

Yo vi tu cara entre la multitud. Yo supe destacarte entre el gentío.
Olí la menta azucarada que desprendías en aquella avenida.
Borré la aglomeración y sólo quedaste tú. Mis ojos y tú.


Es exasperante la espera. Es irritante vivir con una cuenta atrás.



Pude imaginarme los cafés y las palabras. No hacía falta mucha creatividad para saber que querría toda la tarde para los dos. Ni siquiera deberías mover los labios, pues yo ya sonreiría por ti.

Ves esos días inútiles pasar. Ves las cosas que podrías hacer y, que sin embargo, te son imposibles de realizar.

Al fin podría hacer todas esas cosas que imaginé. Esos sueños que quería cumplir podría compartirlos. Y te acompañaría en cada uno de ellos sin pedirte nada a cambio. Porque nada se podría comparar a ti.

Rutina. Cotidianidad. Costumbre. Que más da. El hábito no cambiará.

Juntos. Tu. Yo. Nosotros. Nada nos molestaría. Todo sería perfecto. Si nos separásemos un par de día ya echaría de menos tu acento, tus disputas, tus mohínes o tus almuerzos. Empequeñecería por poder quedarme en el bolsillo de tus tejanos.

Buceas en tus delirios. Te atragantas a ilusiones y exhalas inconclusiones.

Pero ahora no hay salida. No puedo escapar. Sólo puedo alcanzarte con los ojos cerrados. Tan solo puedo llorar por ti. Tan solo puedo escribir sobre ti.

Y dejas todo apartado. Estás harto de profundizar. No quieres volver a hablar con la melancolía. Estás deseando beberte la lluvia y parar la cuenta atrás.




Un día menos.

Yu. Tejido evanescente #1.4

sábado, 15 de mayo de 2010

Ángel en llamas

Imagínate ser feliz. ¿Lo ves?
Después de tantas sombras y tantas trampillas.

Imagínate surcar la soledad. No te es difícil, ¿verdad?
Pero hay tanto camino y nuestros pasos son tan pequeños.

Imagínate tener tu propia banda sonora. ¿Qué escucharías?
Probablemente querrías un piano y un par de violines.

Imagínate que el mundo es un espectáculo. Qué dices, ¿qué no voy tan desencaminado?
Intenta bailar en el escenario; muévete como uno más.

Imagínate una gran mentira. Exacto, como una de las de siempre.
Rueda y rueda y se hace más grande.

Imagínate tocar el sol. ¡No!, ¿cómo te vas a quemar en tu imaginación?
Así, moviendo los brazos y haciendo ver que eres un ángel en llamas.



Imagínate sonreír todo el tiempo. ¿Por qué no te sale?
Es cuestión de practicar.

Imagínate que no imaginas. Sí... ya no me tendrás.
Pero no te preocupes, si luchas, la realidad no te devorará.

No tengas miedo, sólo espera hasta que el sol se esconda. Así no serás un ángel en llamas.




Porque tú no quieres ser un ángel sin alas.

Yu. Tejido de la inconsciéncia #1.4

jueves, 13 de mayo de 2010

Destapando los secretos de una cerilla y un volcán

Somos una pequeña cerilla. Somos como un volcán.

Inactivos, nos reservamos nuestro brío.
Si escalan nuestra montaña, temblamos.
Si nos golpean con picos y palas comenzamos a resquebrajarnos.
Si acampan, serenamos el magma.
Si destruyen nuestra tierra, avivamos devastando el dolor.
Si nos desgarran por fuera, erupcionamos por dentro.
Si ellos sacan apisonadoras y arrollan nuestra casa, expulsamos nuestra humareda y arrasamos con lo que haga falta.
Cuando nos quedamos sin combustible, regresamos a nuestro reposo.
Y a veces, cuando no vemos la dirección que tomar, explotamos para saciar nuestra sed. Porque al agua, a parte de excluirla por obviedades, la drenamos como una droga. Y esa droga, aunque nos mate, es adictiva.




Somos puro fuego.

Yu. Tejido de la necesidad #1.4

martes, 11 de mayo de 2010

El socavón que cabamos juntos pero desenterramos separados

Sentiste la humildad empapada de rencor.
Sentiste la humanidad a flor de piel.
Sentiste las preferencias más alejadas de la realidad posible.
Te sentistes tentada a abandonar aquel espiral de negrura.
Sentiste devorar el tiempo.
Sentiste como las manecillas marcaban una hora que querías devolver al pasado.
Sentiste como un arrebato rompía tus esquemas y de lo injusta que es la vida.
Sentiste tus lágrimas recorrer al saber la verdad, aquella que nos impacta con totalidad.



Sentiste perderte sobre tus pasos.
Sentiste arrancarte la sombra.
Sentiste la profundidad de los instantes y la importancia de las cosas.
Sentiste la soledad.
Espero que sientas mis palabras.




Con los brazos en cruz, deteniendo cualquier otra caída.

Yu. Tejido con un hilo de por medio #1.0

domingo, 9 de mayo de 2010

Pues yo no lo siento

Odio cuando me dicen que lo sienten.

Que has suspendido un examen. "Oh, lo siento. Ya verás como en el próximo lo harás mejor."
Que no te dejan ir de vacaciones con tus amigos en verano. "Lo siento, tío. Tus viejos son unos capullos."
Que se ha muerto alguien muy apegado a ti. "Lo siento, de veras. Te doy mi pésame."

¿Qué sientes? ¿Sientes mi enfurecimiento, mi impotencia, mi desagrado, mi dolor, mi ni-yo-lo-sé?

Prefiero que me den un abrazo antes de que lo sientan. Es mucho más alentador y certero y mucho menos punzante y fallido.




Lo siento mucho pero yo no lo siento.

Yu. Tejido en contra de éste mundo #1.1

jueves, 6 de mayo de 2010

A la luz del sol

Nos espían. Lo oyes, lo notas en todas partes. Cada mirada de soslayo, cada rostro atestado de preguntas. No sé qué encuentran tan raro. Debe de ser que no saben qué es el amor.

Mírame. Ya sólo importa eso. El roce de nuestros labios es el único sonido que nos invade. Tu mano saludando a mi piel, mi sonrisa aflorando sin querer. Bésame. Hazlo otra vez. Es como si fueses la gran sequía para mis lágrimas. Y lo sabes. Y me vuelves a besar.



La decisión es nuestra. El cariño nos asalta y la soledad se va por patas. El miedo se esconde tras las aisladas miradas de los extraños y a nosotros... sí, cariño, nos da igual.

Las sombras rehuyen con el fulgor del día y se esconden con recelo en todas las personas que, asombradas, callan y niegan con la cabeza.

Ya no te averguenzas, ¿verdad?, ya no, no a la luz del sol.




Somos hermosas criaturas. Todas diferentes pero a la vez todas iguales.

Yu. Tejido a besos #1.2

miércoles, 5 de mayo de 2010

Cuervo

Cuervo tamborileaba una canción con un par de dedos sobre la mesa de clase. Esa hora se le antojaba interminable. Había intercambiado miradas a su reloj de pulsera como una treintena de veces, pero la manecilla tenía ganas de jugar; incluso le había parecido que retrocedía un par de minutos cuando él se despistaba.

Tenía un mal día. De esos que aunque quieras apartarlos se te echan encima como una araña a su presa. Era una buena comparación, una gran telaraña que se esparcía en todas direcciones. Muchas, muchísimas direcciones.

No tenía ganas de darle más vueltas a todo eso, así que se dedicaba a pasar el rato como podía. Intentaba distraerse con cualquier cosa, ya fuese dibujando, tarareando una melodía o contando los chicles que lograban no desengancharse del techo.



Su clase no era más que otra pirámide alimenticia. Estaban los devoradores, pequeños narcicistas que creían reinar sobre el resto; los modernos, un grupo que se alimentaba a base de nueva tecnología y estudiaban con móviles, reproductores de música y agendas electrónicas; los naturales; los que a simple vista parecían normales y luego criticaban más que todo el instituto entero; los "Que te jodan", una banda muy simpática que conversaban con monosílabos y sus nudillos; el grupo de chiquillas modélicas y las que las secundaban; los cerebritos; los comechicles y los soñadores empedernidos como él.
Se dejaba muchas variedades más, pero que importaba, si siempre sería lo mismo.

Su cabeza ardía más que la mismísima lava. La cuotidianidad era una constante. Pero mucho peor era que esa constante desencadenase en un gran volcán.

- ¿Quién me puede contestar a la pregunta? -una vez más, la profesora demostraba el ímpetu día tras día, pues la clase no era más que un parque infantil de dicesiéis años. - Venga, Cuervo, respóndeme tú -parecía más una súplica que una obligación.

Un par de imbéciles se divertían tirándole la goma a la sien y riéndose como cerdos.
El móvil comenzó a vibrarle con mayor intensidad. Le llamaba su madre, de nuevo. Que pesada, no la iba a perdonar, estaba cansado de lidiar una batalla continua con ella.
A lo lejos, una chica que tenía más pinta de palillo que de persona le guiñó el ojo con complicidad.
Sí, la había ayudado hacía un par de horas a resolver sus grandes problemas. Aquellos que relacionaban la mierda de vida y el suicidio con la ignorancia de un chico que la hacía flotar.

Cuervo se puso en pie. Su collar se balanceó por unos segundos y las plumas negras le causaron un leve cosquilleo.
- Que le jodan.

Toda la clase se quedó muda. Era la primera vez que el silencio llegaba a escucharse con tanta nitidez. Cuervo había hecho un prodigio, había conseguido domar a las fieras y había demostrado que con la impertinencia no se consigue nada.

- ¿Cómo, he escuchado bien? -quizás los profesores fuesen idiotas a la hora de enseñar y saber como bregar con los alumnos, pero cuando los ofendías era harina de otro costal.

- Me refería al mundo, no a usted.

- ¿Y esperas que me lo trague? -se acercó dibutativa. Nunca la había visto de ese modo.

- ¡Pues escúpalo! -gritó uno de la última fila. La clase rio sin gracia.

Cuervo inhaló una bocanada de aire y cambió su mirada. Parecía decidido a no parapetarse detrás del miedo.

- Mire señora Plim, a usted le toman el pelo cada día y la llevan por el camino que quieran. Necesita personalidad, algo de dureza y algun que otro sueño por el que luchar. No creo que le entusiasme el hecho de estar impartiendo clase a una veintenta de animales. El libre albedrío de esta clase se asemeja al caos del exterior. Aquí todo el mundo va de algo que no es e intenta por todos los medios encajar para ser reconocido en una etapa más de sus inútiles vidas. Y los únicos que intentamos ser nosotros mismos se nos aplaca de tal manera que acabemos convertidos en esclavos de ellos mismos, otros esclavos aún mayores que nosotros de la misma sociedad. A mí no me va a amedrentar con una sucia mirada y algo de pavor. Y vosotros no me vais a transformar en algo más que mierda. Le ha tocado escuchar el discursillo a usted, y se que luego, inmediatamente, seré expulsado un par de semanas, pero almenos habré sido lo suficiente valiente como para decir que ser diferente es lo mejor que me ha pasado en la vida.

Ahogó un suspiro y cerró con un portazo la puerta de clase. Durante las semanas que fue expulsado, el silencio que había creado en aquellos minutos duró en todas las clases de la señora Plim.

Cuervo no había cambiado el mundo, pero había aportado al mundo un pequeño cambio.




Yu. Tejido en contra de éste mundo #1.0

Retazos del ayer

Retazos del ayer