Volutas pasajeras


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miércoles, 1 de septiembre de 2010

No hay nada más que perder


- Oh, ¿Por qué estás tan triste? -se dejó caer a su lado- hay lágrimas en tus ojos. Vamos, ya pasó -le alentó a levantar la cabeza. - No te averguenzes de llorar.

Si yo muero al despertar será porque tú me has cortado la respiración.
De algún modo sigo vivo en mi interior, aún sin respiración consigo sobrevivir.
No sé como, no tengo ni idea.
¿Pero cómo voy a vivir solo sin nadie más que yo?

- No sé como explicártelo, pero creo que mi corazón saldrá desbordado en cualquier momento, es horrible -le explicó entre lágrimas-. Es como si un montón de lluvia se hubiese colado en mí y se estuviera avecinando una gran tormenta.

Tú siempre me enseñaste la diferencia entre el bien y el mal. Y esto está muy mal.
Tal vez sea un corazón joven, pero sé lo que estoy sintiendo.
Nunca he estado de esta manera. Sentado todo el día en soledad.
Estoy tan perdido en estos momentos.

- Así que una terrible tormenta, ¿eh? -le sonrió con empatía-. Deberías hacerte con unos cuantos cubos, llevarlos a la azotea y dejar que el agua se almacenara en esos cubículos de plástico -sus manos recreaban todas sus palabras en gestos y ademanes-. Necesitarás reservas para tiempos peores. Las lágrimas son agua, y el agua es un bien escaso, ¿no te parece?

Cada día era tan maravilloso, y de repente, se hizo tan dificil respirar.
Me siento tan inseguro con este dolor. Todo está oscuro.
Incluso eso que llaman amor.

- Debería buscarme un lugar mejor en el que esconderme y llorar -garantizó con la cabeza gacha-. No te dejes engañar por mis sollozos, sólo estoy riendo, pero a mi manera. A veces soy bastante complicado de entender.

Todo lo que construimos se vino abajo sin oponer resistencia.
Oh, la película nunca termina. Siempre sin cesar.
Será mejor que deje de soñar un sueño.

- Estaría bien que te impartiese clases de sonrisas gratis, no te vendrían nada mal. Llámame raro, pero no logro encontrar rastro de alegría en esos ríos que se deslizan por tu cara -esbozó en sus labios algo parecido a esperanza-. ¿Qué tal si rompes a llorar ahora mismo? Me encantaría oír tus llantos. Pero ya sabes, a tu manera.

Ya no puedo luchar con este sentimiento por más tiempo.
He olvidado aquello por lo que comencé a luchar.
Aún tengo miedo de dejarme llevar...

- Estoy harto de aceptar los límites -dijo con una voz opaca-. Desafío una y otra vez a todas las adversidades que me vienen de cara, pero no logro más que salir herido. No valgo para las emociones, son todas demasiado hostiles.

Algo ha cambiado en mí, algo ya no es lo mismo.
Hay algunas cosas que no puedo cambiar,
pero hasta que no lo intente nunca lo sabré.

- Sólo porque alguien diga que hay límites tú no tienes porque creerle -puso sus manos encima de las de él y le obligó a alzar la mirada-. No hay límites. Repite conmigo.

- No hay límites...

- No, no los hay. Créeme a mí pues, puedes llegar incluso más allá.

Sus ojos se empañaron. Su cuerpo no se tenía en pie, era un pequeño temblor incesante, un escalofrío constante. Entonces se dio cuenta de que se estaba helando. Pero eso era lo de menos. También se había dado cuenta de que no había límites, de que podía volver a seguir, de que debería hacerlo, de que debería volver a tenerse en pie. Era la única posibilidad.

Solo un pequeño chico de pueblo, viviendo en un solitario mundo.
Viviendo para encontrar una emoción.
No va a dejar de creer.

Se lanzó a sus brazos, se asió a su espalda, agarrando su sudadera como si fuese la cima que lo librase del abismo. Y se echó a llorar.

- Te gusta sonreír muy a menudo, ¿eh?

Se aferró a los sentimientos. Y los dejó fluir.



Yu. Tejido de la necesidad #1.5

1 comentario:

  1. Solo un pequeño chico de pueblo, viviendo en un solitario mundo.
    Viviendo para encontrar una emoción.
    No va a dejar de creer.

    Esa parte me dejó helada...

    Todo el diálogo es hermoso, pero me puso muy triste...

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