Volutas pasajeras


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viernes, 23 de abril de 2010

No quiero rosas que me hagan sangrar

Deambula por las calles absorbiendo las sonrisas placenteras y las pequeñas valentías. Cada uno con su rosa, perfilando dos manos entrelazadas y acercamientos sutiles. Choques de labios y pronunciaciones de amor. Que bonito es este día... que negro es el dolor.

Saúl había creído posible que este día, almenos, fuese algo mejor. Algo menos gris.

Los efluvios de perfumes y las gratas sonrisas que circulan como monedas de tránsito no paran de ir y venir. Todos en sus cabezas tienen pétalos de flor y palabras decididas a plantarse delante de una chica. Hoy es un día singular. Cada año pasa lo mismo, su día, el día de las letras, el día de la imaginación desbordada, el día de saborear las páginas.

Y el día le ha enseñado que puede mentir como el más precoz.

Saúl se siente roto por dentro. Cree que en cualquier momento puede partirse por la mitad y convertirse en ceniza. Piensa que el mundo se le va a venir abajo y que el sol no va a salir jamás. Pero Saúl ya ha vivido esto, Saúl ya ha sentido la pesadumbre y el agujero negro consumiéndolo. Pero no puede evitarlo, pues Saúl es así.



Un gran ramo de rosas blancas se asoma en el portal lateral.
- Buenos días, chiquillo -asoma un viejo vecino del barrio con una sonrisa ilusionada, parecida a la que debería de tener él en este día... si no fuese por todo lo demás-. Pareces pocho, amigo. Con las chicas hay que tener tacto, si no, mírame a mí. Una rosa no basta para satisfacer a la mujer más bella. Hay que comprender que es imposible hacerlas feliz con solo ese gesto.

Saúl, con la cabeza gacha, agranda los hombros y los deja caer.
- Si tan siquiera fuese eso... -levanta la mirada y se topa con las espinas de las rosas que ya se marchan.

El señor se va con apremio, parece tener prisa para darle una bonita sorpresa a su mujer. Y que sólo sea eso, una sorpresa sin ningún veneno adentro.

- Como los envidio, a todos. Parecen tan felices, tan alejados de los problemas... como si lo demás no importase, como si les hubieran pegado con cola la sonrisa en la cara. ¿Algún día seré capaz de emularlos?

Saúl recorre las escaleras hasta llegar al 2A, allí es donde vive. Sacude los pies sin meticulosidades y lanza las botas en direcciones opuestas. Grita el nombre de sus padres aunque ya sabe que nadie contestará. Porque ya no están, almenos uno de ellos, y con él, se ha fugado la vitalidad de la otra persona.

Cae derrotado en su cama, estirando los brazos y mortificando sus piernas. Comienza a temblar y se acaricia los brazos, para calmarse. Nada consigue sosegarlo... es demasiado tarde, ya ni pétalos ni libros. Nada sabe devolverle la sonrisa. Vuelven los días hastiados.

Comienza a llorar, impotente. ¿Dónde se fueron sus amigos, dónde quedó el sentimiento de cariño? Ya no sabe dónde buscar, ya está harto de perder lo encontrado. No sabe suturar el desgasto, no sabe ni por dónde empezar a tejer el quemazón que le provoca el mundo. Cada pisada, cada mirada mordaz, cada silencio que lo encarcela en un despiadado país del olvido.

Malditas sean las espinas que penetraron en el corazón.




Pobres rosas rojas. Destilan sangre y se marchitan pidiendo el amor.

Yu. Tejido hecho jirones #1.4

2 comentarios:

  1. Excelente texto...
    Me hiciste pensar en que las rosas rojas, no son mas, que una hermosa contradiccion...

    Y yo creo que si, en algun momento, Saul podra emular a cada una de esas personas de las que habla en este escrito...

    Pd: recuerdo que cuando te dije que el tema de 30 seconds me fascinaba e iba perfecto con cada escrito de tu blog tu respuesta fue la siguiente..."ese es mi grupo favorito, y esa cancion ademas de ser hermosa, refleja exactamente como yo me siento..."
    Y ahora veo que la cambiaste...
    Tiene que ver con eso o solo es un cambio de cancion casual?

    Besos!

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  2. El cariño nunca se va. Siempre está ahi. Lo que pasa es que no lo vemos, no lo sentimos, nos aislamos de sus brazos. Pero el cariño nunca se marcha. Lo encuentras en las cosas más pequeñas e insignificantes, a las que no consideramos cariñosas.

    Mr. Black.

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